Juan Carlos Molina García (La Habana, 1959) se graduó en 1980 de Bellas Artes en la Academia de San Alejandro, en La Habana. Sus obras escultóricas se han exhibido en numerosas exposiciones personales y colectivas en España, Italia y Cuba, y han sido premiadas en certámenes de artes plásticas y cerámica.
La solitaria creación tiene también cierto aire de clandestinidad, como su devoción por los vestigios arqueológicos, su mirada hacia los orígenes de la civilización que puede interpretarse como otra vuelta hacia lo romántico, reacción ante la desidia y la incomunicación del hombre contemporáneo. El artista rinde culto a la poesía, que lo emparienta con las mismas fuentes y obras de Chillida, Susana Solano o Arcadio Blasco, entre otros artistas.
Recipientes, pilas bautismales, ¿esculturas de pequeño formato? surgen de sus manos, ofrendas que en vano consagra a la purificación del fuego. Tal vez para él, sus piezas están desprovistas de significación litúrgica, sin embargo, las texturas, su color, y el silencio que parece rodearlas nos dan una sensación de solemnidad, próximo a lo místico, o al menos a la reverencia del misterio. Como cuando visitamos los restos de una civilización sepultada en la memoria, de una ciudad hundida en las ruinas de la sombra y el olvido, de donde este artista parece venir.
Alberto Lauro
Madrid